miércoles, 2 de marzo de 2016

Nos pasa a todas y a ninguna. La violencia obstetrica, violencia en silencios.

Estaba yo un día tranquila en mi cotidianidad, esperando mi regla que se había extraviado en los días que pasaban lentamente. Me daban cólicos similares a la menstruación pero nada, esta no llegaba, hasta que un día empecé a sangrar de forma abundante y sin cesar, lo cual me preocupó mucho, por lo que decidí acudir a una ginecóloga. Impaciente en la sala de espera del hospital me sentía nerviosa al igual que muchas mujeres que esperaban como yo. Cuando llegó mi turno la doctora me habló en tono militar, no me saludo y solo me preguntó ¿qué pasa?, le dije que había tenido sangrado abundante, ella solo dijo “quítese la ropa”, “póngase la bata”, “abra las piernas”, “súbase a la camilla”, “ponga sus pies aquí arriba" ¡bájese más! ¡Más!. Toda mi vagina quedo expuesta. La sala fría, sus manos frías y ella aún más fría. La doctora que había estudiado la mayor parte de su vida para conseguir numerosos títulos y diplomas que burdamente colgaban de la pared, se había olvidado de una cosa, que yo era mujer igual que ella. Me escarbaba como si yo fuese un objeto, me dolía pero eso a ella poco le importaba. Seguía hurgándome más profundo, tan adentro que tuve que incorporarme porque sin darme cuenta me había encorvado en posición fetal, por lo cual se molestó y me dijo: “necesito hacer mi trabajo y usted no me facilita examinarla” (mientras sus ojos veían la pantalla de la ultra y no a mi). Finalmente terminó y la mediocridad de estar ahí junto con ese montón de emociones me mareó a tal punto que sentí ganas de vomitar y esparcirlo por la cara fría de ella. Me preguntó si había tenido algún tipo de procedimiento antes, a lo cual respondí que sí, pero que había sido un año antes, a lo que ella respondió que tenía heridas es mi útero que no habían sanado y que una talvez una fuerza había provocado el sangrado. Yo estaba preocupada.
Mientras me daba una referencia para un hospital y me ofrecía sus servicios que según ella serían más baratos y menos doloroso, me receto un legrado (palabra médica para raspar el útero con una cuchara. Literalmente como se come un zapote con cuchara), porque yo tenía mucho coagulo y no saldría así nada más. Legrado, invento de un sistema gringo para abusar, castigar y mutilar a las mujeres, eso ‘disque’ necesitaba yo. ¿Por qué iba necesitar yo enmendar el error de otra médica que me hizo mala praxis? ¿Por qué yo necesitaba sacar de mi bolsillo quinientos dólares más anestesia y reparar el dolor que me hizo una mujer? Alguien como yo que también tiene vagina, útero y que quizá ese día llevaba trabajando más de un turno, frustrada, con hendiduras en la cara, ojeras. Nuestro cuerpo es sabio, cuando nuestro útero tiene que expulsar algo, lo hace. Al final busqué una segunda opinión con otra médica. Ella me comprendió y solo me recomendó reposo, beber agua y darle tiempo a mi cuerpo de sanar y eso hice, sin necesidad de exponerme a más dolor. Ya no puedo tener hijos y tampoco los deseaba. Lo que me dolió es haber sido mutilada de mi útero y saberlo hasta un año después, lo que me dolió fue la falta de sororidad por mujeres, el asco y la mediocridad de todo un sistema y la crueldad que es parte de la ignorancia. Eso dolió. A todas nos puede pasar en el hospital público y privado, la violencia obstetrica que se práctica en los hospitales es sin duda alguna un secreto a voces en éste país; tu condición social puede salvarte muchas veces de una mala praxis, sin embargo las mujeres de capas medias también lo viven. Mi hermana en una posición económica de capas medias sufrió un legrado por mala praxis en un hospital privado, le dejaron gasas y algodón en su matriz después de tener a su hija, mi vecina tuvo uno también en el Hospital Bautista porque estaba expulsando un embrión que su cuerpo estaba rechazando, no le dieron otra opción que rasparla como raspamos el Zapote con la cuchara; así puedo seguir contando historias de las muchas que han sufrido violencia institucional calladas, en los silencios de las habitaciones de los hospitales. ¿Qué hacemos para denunciar este tipo de violencia? ¿Cuántas denuncias habrán en los hospitales o juzgados por malas praxis Obstétrica? Son preguntas que como mujeres debemos de responder, pero no le damos la importancia debida por que es mejor ser reservada y no andar contando problemas de mujeres, hay cosas más importante que tratar dirían los líderes de éste país, como la delincuencia, las pandillas y maras, con esto le están quitando la debida atención a estos problemas. A lo que quiero llegar es a que siempre la violencia que sufrimos las mujeres no es algo público, no es algo importante, algo que de verdad se necesite solución de inmediato. Como ciudadanas y contribuyentes al Estado salvadoreño tenemos derecho a una atención de calidad en los hospitales públicos, tratamientos adecuados a nuestro cuerpo, ya que ninguna es igual para ser tratadas con un sólo mecanismo, además no somos objetos que se acuestan en una camilla y desaparesemos cuando nos acostamos, sentimos lo que le hacen a nuestro cuerpo, vivimos la frustración que vive él y la médica en éste país. También es necesario regresar a nuestro cuerpo arrebatado. Aunque habitamos en él parecemos dos extraños en un sólo sitio, el cuerpo se resiente, vive en desesperación y estrés en la caótica realidad, volver y conectarnos tiene que ser una tarea que debemos aprender. El cuerpo habla y se manifiesta de diferente manera y cuando llegamos a conectarnos nuevamente es maravilloso lo que experimentamos. La medicina natural sinónimo de brujería es un elemento en recuperación que nos permite experimentar de diferentes vías las enfermedades y nos curan sin ningún efecto secundario, nos da la oportunidad de vivir juntó con la naturaleza, nos muestra como nuestras ancestra se cuidaban mutuamente. Hoy me libré de sufrir una nueva acción de violencia osbtetrica, tuve la oportunidad de expulsar lo que no quiero en mi cuerpo con la reaacion del mismo; hoy no pasé por el raspado de zapote, pero estoy mutilada de por vida. Tomarme por bruja me ha ayudado a volver a mi cuerpo, a escucharlo y vivirlo. Sentir ese dolor me conecto a lo históricamente arrebatado. Historia de Niniel. Apoyo Tecnico: Keyla Cáceres

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